lunes, 5 de agosto de 2013



Cuando cae el día y se abre la noche se despliega un mundo de miedos infantiles: miedo a la oscuridad, al ruido de un portazo inesperado, al click de un interruptor…

A la mínima saltas.


A veces es necesario revisar que todo está en orden, y tener la certeza de que no hay nadie ni nada raro a tu alrededor.

O quizás sí.

Te gustaría que tu habitación fuera un bunker, para saber a ciencia cierta que nadie va a entrar a invadir el sueño. Te gustaría que durmiera contigo un hombre de espaldas anchas y te rodeara con sus brazos vigorosos para sentirte segura.

Pero eso da igual, porque esos mismos miedos se cuelan en tus pesadillas, mientras duermes.


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