Cuando cae el día y se abre la
noche se despliega un mundo de miedos infantiles: miedo a la oscuridad, al
ruido de un portazo inesperado, al click de un interruptor…
A la mínima saltas.
A veces es necesario revisar que
todo está en orden, y tener la certeza de que no hay nadie ni nada raro a tu
alrededor.
O quizás sí.
Te gustaría que tu habitación
fuera un bunker, para saber a ciencia cierta que nadie va a entrar a invadir el sueño. Te gustaría que durmiera contigo un hombre de espaldas anchas y te
rodeara con sus brazos vigorosos para sentirte segura.
Pero eso da igual, porque esos
mismos miedos se cuelan en tus pesadillas, mientras duermes.
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