sábado, 26 de noviembre de 2011

Violencias y resistencias.



El calendario está lleno de días de lucha o de celebración. Ahora mismo es la una de la madrugada, así que el día internacional contra la violencia de género ha terminado. Tengo tirria hacia ese concepto, supongo que por lo politizado y mediatizado que está. Para empezar, es un concepto que sólo visibiliza la violencia física dentro de una monogamia heterosexual. Solidarizada con esas mujeres y activista contra ese tipo de violencia, no puedo evitar que me chirríen los oídos cuando oigo "violencia de género", ya que quedan excluidas e invisibilizadas otro tipo de violencias que se alejan de la heternormatividad y de la monogamia. Parece que las putas y las insumisas pintamos más bien poco en las políticas gubernamentales y en los medios de comunicación.

Recuerdo cuando en la tierna infancia disfrutaba de mi cuerpo, cuando las fantasías sexuales se fundían entre la violencia simbólica machista y la subversión feminista, cuando la supuesta ignorancia dibujaba imaginarios sabios, repletos de verdades. Experimentaba en la clandestinidad, en un mundo libre que eran mis sábanas y mis pensamientos, donde las cadenas del control social familiar, de las instituciones católicas, de la repugnante escuela, de la sociedad patriarcal, desaparecían. Pero llega el día en que tu cuerpo va tomando forma, las curvas aparecen casi de la noche a la mañana y te das cuenta de que tu físico se ha convertido en el canon de belleza 90-60-90, que tus rasgos faciales no son los de una niña de 12 años. Tu rostro expresa una mirada felina desafiante, resguardada en ojos rasgados y negros, repletos de pestañas espesas; tu boca simboliza el erotismo con unos labios carnosos y perfectamente delineados haciendo de cortinas a una filera de dientes de marfil brillante esculpidos geométricamente. Ojos y boca enmarcados en una mandíbula elegante, en unos pómulos prominentes, en una nariz de escultura griega. Una figura cincelada, hiperfemenina; una piel morena, sana y brillante. La genética heredada de mi madre y mi promiscuidad sexual me empujaron a disfrutar del sexo en compañía.

Cuando reniegas de lo que se espera de ti, por tu edad y por ser mujer, y haces lo que te apetece, extiendes las alas y vuelas, y te dejas llevar. Entonces es cuando aparece la violencia física, cuando la humillación y el escarnio público acontecen en todo tipo de escenarios, cuando los abusos y la violencia sexual entran a formar parte de tu vida cotidiana. Pero sigues luchando contracorriente, te defines como sujeto político y sigues actuando llevando por bandera la emancipación y el empoderamiento. Te consideras feminista pero parece que nadie está de acuerdo contigo, y no posees herramientas para definirlo. No crees en el amor romántico burgués, no crees en la monogamia, eres la antinovia que se reapropia del concepto de puta para definir tu identidad.

Y un día te plantas con veinte años y eres consciente de que la violencia machista te ha hecho daño, de que la espontaneidad libertina se ha marchitado y te quedas estancada, con miedo. Te cuesta disfrutar de tu sexualidad, te cuesta comunicarte y establecer lazos de afectividad. Pero por fin entras en contacto con la teoría y la práctica feminista, con mujeres que piensan como tú y que no sólo están en los libros, que son de carne y hueso, que compartes con ellas espacio y experiencias, y te tiras de cabeza a la militancia feminista.

Pero aquí seguimos, haciendo biopolítica feminista.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Mi cabeza.



No sé que hay dentro de mi cabeza. La realidad y la ficción se entremezclan, muchas veces no las distingo.

Lo bueno, lo malo, lo real, lo fantástico vuelan a sus anchas y terminan saliendo en forma de palabras.

Hay obsesiones que no cesan, me persiguen, día y noche, día tras día, año tras año.

Cuando siento mi cuerpo, siento mi cuerpo, cuando la mente se dispara, sólo siento los pensamientos. Es la primera vez que mi cuerpo y mi cabeza se disparan a la vez.

Y lo más raro, es que a pesar de que mi cuerpo se ha hallado durante cuatro horas a la pasión más salvaje, al placer que hace daño, a las cadenas de orgasmos infinitos, a los besos, a los abrazos, a los susurros, a las caricias, a las lágrimas...mi cabeza funcionaba.

martes, 8 de noviembre de 2011

El sexo, el tiempo y la política en el cuerpo.



Copa de Luna, que nombre más bonito para un objeto que vas a llevar en tus entrañas, en tus entrañas vaginales para ser más exactas. Ya casi ni recuerdo cuándo fue la última vez que alguien entró de lleno en mis entrañas, cuando notas que te están dando en el útero, que sientes su polla en el útero. Es por eso porque las pollas grandes están sobrevaloradas, porque son un bien escaso. Creo que es el único bien escaso existente en el planeta, los otros bienes escasos no son más que un invento liberal.

La Copa de Luna me la trajeron a casa. Recuerdo el momento en el que el mensajero me dio el paquete y tuve firmar. La verdad que habría podido ser el preámbulo de un recurso clásico en el porno, pero simplemente me entregó el paquete y yo firmé, a pesar de que iba con albornoz y lo llevaba medio suelto. Acababa de salir de la ducha y al rato sonó el timbre. No hubo más que perplejidad por su parte, y por la mía, actuaba con total normalidad. A lo mejor la tenía grande, quien sabe.

El caso es que no sé si seré una guarra o es que las copas son así. La lavo cada vez que me cambio, y cuando termino con una regla, la pongo a hervir. A pesar de ello, se puede observar como una especie de cercos, de rastros, pero como si estuvieran tatuados en la copa, no son sólidos. Y los agujerillos donde hace succión se me terminan acumulando milimétricos restos, que no se van ni siquiera metiendo un alfiler. También lo que he notado a ratos con la copa, es que lo que lubrico se queda en la copa y por muy excitada que esté no noto toda la humedad que he de sentir.
El tema de la inmaculada limpieza no me preocupa, ya que eso desinfectado está al hervirlo, lo que me preocupa es que contenga la lubricación. Eso sí, luego te quitas la copa y lo flipas, sobre todo cuando estás con los últimos días de la regla que apenas menstruas, y se aprecian sin problema los flujos vaginales.

Aunque la cuestión que se va a tratar no es sobre la copa de luna, sino sobre mis flujos vaginales, entre otras cosas. Se me hace muy complicado tener una sexualidad tan irregular y tan poco previsible. No me refiero a los contactos esporádicos sino a mi propia excitabilidad. Hubo hace un tiempo, no hace mucho, nació una nueva etapa vital en la que todo lo que había en mi inconsciente afloró y pude ver. Tu pasado se proyecta como en una película, pero a ratos en tu mente, como si fuera subliminal. Entonces comprendes y vuelves a aprender. Quieres y no puedes, o no quieres y puedes. Empiezas a ver la realidad de una manera extremadamente compleja, se te hace complicado seguir las reglas del juego. Incluso las reglas de mi propio juego, que ahora forman parte de mí sólo a ratos. Sí, sólo a ratos. Hay una contradicción completamente inmensa dentro de mí. Creo que no debería existir el tiempo, o la manera en la que lo contabilizamos, debería de haber una forma alternativa. Después de todo, venga lo que venga, o pase lo que pase, mi cuerpo seguirá siendo campo de batalla y a su vez arma de lucha política.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Deseo marchito.



Blanche.- Cuando la gente es débil..., la gente débil tiene que brillar y lucir..., tiene que revestirse de colores suaves, los colores de las alas de las mariposas..., y amortiguar el resplandor de una bombilla con una pantalla de papel. No basta con ser dulce. Hay que ser dulce y "atractiva". Y yo...¡Me estoy marchitando!

*****

Stanley.- ¡Una delicada criatura!

Stella.- Lo es. Lo ha sido. Tú no has conocido a Blanche de muchacha. Nadie, absolutamente nadie, la superaba en ternura y confianza. Pero gentes como tú la ofendieron y la obligaron a cambiar.

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Blanche.- ¿Nunca se te ha incrustado nada en la cabeza? No, claro que no. Tú eres un sencillo angelote, en cuyo cerebro no ha anidado nunca nada terrible.


Un tranvía llamado deseo. Tennessee Williams.