domingo, 25 de noviembre de 2012

Abuso sexual y violencia de género: dos caras de una misma moneda.



Ilustración de Trevor Brown

Esta semana dio comienzo con el día internacional del abuso sexual infantil (19 de noviembre) y cierra con el día internacional de la violencia de género (25 de noviembre), dos fechas por separado en el calendario, pero cuya necesidad constante de recuerdo y visibilización responden a una misma lucha, acabar con el patriarcado. El abuso sexual infantil y la violencia de género no dejan de ser conceptos enmarcados en una terminología que a mí no me termina de convencer, ya que parecen aludir a realidades diferentes,  cuando emanan de un mismo sistema de dominación.

Durante estos días ha habido actos, anuncios, campañas, manifestaciones… que quieren denunciar la violencia patriarcal que tiene lugar en la pareja, terminando en muchas ocasiones en asesinato. Es algo terrible, y las mujeres tienen que seguir luchando día a día contra ello, pero no podemos olvidar que la violencia de género abarca también otros tipos de violencia que se encuentra fuera de la heterosexualidad y la monogamia.

Las relaciones de poder que tienen lugar entre los géneros operan desde las estructuras del patriarcado y la heteronormatividad, y se insertan en el día a día y en los cuerpos de cada persona. La mercantilización y cosificación de los cuerpos, los cuidados,  la sumisión y la obediencia, no salirse de los roles, la obsesión por la imagen, las inseguridades, la dependencia, la necesidad de protección, las agresiones sexuales, el maltrato físico, la violencia simbólica, el control de la sexualidad…etc

Yo sufrí abusos sexuales durante mi infancia por un familiar. Hablo aquí y ahora directamente, bajo el anonimato que permite la red. Y lo que en verdad me gustaría es poder gritarle al mundo que el abuso sexual es algo que pasa con mucha frecuencia, que se debe prevenir, que las secuelas son muy severas, que se sufre demasiado y desgraciadamente muchas veces en silencio. Hablo aquí y ahora, pero no puedo hablarle de ello a mi madre y a mi padre, no puedo hablarle de ello a mis amigas. Esta sociedad por muy “moderna” y “occidental” que sea, es profundamente misógina, y las niñas son un blanco perfecto por su vulnerabilidad.

Por eso tenemos que empoderar nuestros coños desde que salimos de otros coños más maduros,  nuestros coños sólo nos pertenecen a nosotras, no son de la iglesia, ni del estado, ni de nuestras madres castradoras, ni de hombres violentos, ni de la medicina.

Nuestros coños, nuestros cuerpos, son sólo nuestros y de nadie más. 

viernes, 9 de noviembre de 2012

De rave en las Cuatro Torres


Hará ya unas tres semanas cuando iba a coger el autobús que me llevaba a un trabajo precario y temporal con contrato por obra y servicio. Mi lugar de trabajo era una gran superficie situada en una de las Capillas Sixtinas del capitalismo de consumo postfordista llamados megaparks. Este en concreto alberga un gran centro comercial, Carrefour, Ikea, Media Mark… y un largo etcétera de infraestructuras del estilo. De mi casa hasta la plaza donde cojo el autobús paso por un lugar donde la arquitectura postmoderna se eleva casi hasta el cielo para hacerse notar ante todos los ojos de las hormigas urbanas que pueblan esta ciudad tan inhóspita llamada Madrid. Mi cara rancia cambió por una expresión de sorpresa al ver aparcada al lado de las Cuatro Torres una furgoneta tuneada al más puro estilo ravero psicodélico. Como buena azafata llevaba en mi bolso una cámara para hacer el reporte fotográfico que me exigen en mi minijob de turno. Yo que iba algo quemada por tener que realizar tan infame trabajo por cuatro perras, me sacó una sonrisa de oreja a oreja el ver a esa furgoneta multicolor en medio del hormigón, el alquitrán y las frías cristaleras. 




lunes, 5 de noviembre de 2012

Tu muñeca



Hace casi un año de esa noche que estuviste en mi cama por unas horas. Las veces que hemos podido vernos  casi siempre ha sido así, durante unas pocas horas,  de noche y a escondidas. Días antes me metía cada dos por tres en el correo para ver si me contestabas. Al final me dijiste que sí, sin saber todavía a qué hora vendrías, cuándo llegabas.

Como buena masoquista hice ayuno, y estuve todo el día como una moto porque dentro de mi cuerpo había cientos de mariposas. Estaba demasiado ilusionada y era incapaz de admitir que pasaría lo de siempre, que lo de esa noche iba a ser algo puntual.  Faltaba poco para que llegaras y me fui a la farmacia a comprar condones mientras iba pensando por el camino si todo iba a salir bien, si en cuerpo y alma yo estaría sincronizada, que iba a estar a gusto, que no tendría flashbacks.

Apenas entraste por la puerta me miraste con deseo, y yo te devolvía la mirada con coquetería, como una Lolita que se niega a crecer. Me besaste y me dejé hacer. Follé contigo como una autómata, con absoluta sumisión. Era tu muñeca y me tenías a tus pies. No sé si lo percibías. Estaba muy excitada, pero no pude  correrme. Cuando te conocí tuve los mejores orgasmos de mi vida, cadenas que no terminaban nunca, que me cortaban la respiración y me dejaban afónica, pero cuando nos hemos visto otras veces he sido incapaz. Me daba la sensación de que para ti era simplemente un cuerpo, una cosa bonita con la que poder masturbarte.

Haciendo un paréntesis entre sudores y gemidos me dijiste que esta sería la última vez. No me lo dijiste al principio, al entrar en mi casa; no sé si por cobardía, o por no echar a perder esa oportunidad de follar conmigo. Te pesaba la culpa de la infidelidad, y eso me hacía sentir peor todavía, como si fuera algo personal. Pero lo que más me dolía era el tener que enfrentarme a otro rechazo, a otro abandono.

Volvimos a follarnos aprovechando el poco tiempo que nos quedaba, y cuando al final te fuiste no te marchaste solo, te llevaste algo profundo de mí y me dejaste sola, sintiendo ahogo y un enorme vacío. Pensaba en cómo sería ella, alguien con un físico agradable, una chica de coño rasurado y con buena salud mental. Pero también me preguntaba por qué viniste a verme. Si era porque ella no tenía mis curvas, ni unos ojos de culebra, si no tenía unos pechos y unas nalgas firmes y turgentes, unos labios carnosos. Me preguntaba por qué viniste a buscar mi ano, mi garganta, mi coño empapado. Me preguntaba si sólo venías a por mi cuerpo de muñeca o por algo más.



Quiere y no puede 
lo sabe y llora