miércoles, 13 de agosto de 2014

Vulnerabilidad

Hay días que estoy contenta, porque ahora vivo en una casa preciosa y con compañeros agradables, porque tengo un trabajo que no me da quebraderos de cabeza, porque es verano y hay días que el tiempo es muy bueno y vivo al lado de unas playas preciosas. Pero hay días que bajo de mi nube y me mentalizo de la realidad que me ha tocado vivir.

Un buen amigo que tengo aquí, me dice que a mí me va ir bien. Que tengo todo lo necesario para llegar al éxito porque soy joven, guapa y lista. Pero las cosas no son tan sencillas, y por mi situación tengo más de vulnerable que de joven, guapa y lista. Porque soy inmigrante, porque soy mujer, porque soy trabajadora precaria de baja cualificación, porque no tengo buena salud mental, porque soy joven, porque soy guapa… La belleza puede traerte cosas muy malas…

A veces tengo miedo, tengo miedo de verme de nuevo en una situación económica complicada, de tener que recurrir de nuevo al trabajo sexual y en malas condiciones. Sé que tengo las herramientas necesarias para ir saliendo de las adversidades, soy consciente de mi autosuficiencia, que puedo salir adelante sin tenerle que pedir ayuda a nadie.  Pero esa autosuficiencia que también es soledad en ocasiones me abruma. Muchas personas ante problemas económicos recurren a la pareja, a la familia. Yo no puedo recurrir a nadie.

Estos días me siento destemplada. Mi cuerpo me pide descanso y ambiente cálido. Me siento destemplada entre otras cosas porque dentro poco estaré en España. Y no quiero. No quiero ir a mi casa. En menos de una semana estaré en España, viviendo, comiendo y durmiendo pared con pared con mi abusador. Apenas he tenido contacto con él los últimos meses,  y con mi familia en general.  Me produce escalofríos hablar con él por Skype, y aún así me es imposible concebir en un única persona al bueno y al malo. La primera vez que fui consciente de lo que me había hecho, del daño que a mí me ha causado, fue hace más de dos años cuando me dejó en la estación de autobuses para coger el autobús que me llevaría de nuevo a Granada, donde yo me sentía segura, lejos de mi hogar. Estábamos solos en el coche y yo me mostraba con mucha frialdad. Discutimos algo para variar, pero fue en ese momento cuando me di cuenta por primera vez que EL, era EL, el que me ha destrozado la vida. Fue en Granada la primera vez que viví lejos de mi familia, y donde por casualidad, buscando bibliografía para un trabajo de la carrera, me topé con las secuelas del abuso sexual infantil. Empecé a devorar información, a seguir buscando, todo tipo de publicaciones, documentales, tesis doctorales, me obsesioné, y fui recordando algunas cosas, reconocer mis secuelas, aceptar que no sólo he sido víctima de abusos sexuales en mi infancia por parte de un familiar, sino que estoy aquí y puedo verbalizarlo, que soy una superviviente. Y el estar lejos me ayudó a tomar distancia y verlo con otros ojos.

Me queda mucho camino por recorrer, me queda mucho por sanar, y soy consciente de que por mi situación actual tengo un camino complicado, pero también soy consciente de que soy una persona fuerte, porque siendo niña viví durante años en el infierno,  y si bien eso ha derivado en múltiples problemas porque no me he criado en un entorno seguro, también yo misma he tenido que arreglármelas como podía desde que era pequeña.