jueves, 30 de agosto de 2012



Lo peor eran las noches. Antes, el sueño había sido su único refugio frente a las pesadillas de la realidad; en cambio, ahora las pesadillas se abrían paso hasta el santuario de su descanso. Las noches, mientras permanecía con los ojos abiertos contemplando la oscuridad, luchaba desesperadamente contra el sueño temiendo verse acosada por imágenes repugnantes y recuerdos terribles. Pero, como no podía evitar el sueño completamente, se adormecía para sufrir luego continuos sobresaltos. No a causa de pesadilla alguna, sino por efecto de su miedo inconsciente a los terrores del sueño. Y, si bien esos terrores no adquirían ninguna forma definida, siéndole imposible identificar cuál de ellos era el que la roía en lo más íntimo, en realidad el verdadero terror sin nombre era un miedo incontenible, letal y torturante: el miedo a perder la razón. 

Nacida inocente.  Gerald Di pego, Bernhardt J. Hurwood

jueves, 23 de agosto de 2012

Soñando contigo



He soñado contigo
varias veces
he soñado contigo
a lo largo de la noche

He soñado que me cruzaba contigo
que eras la primera persona conocida
que veía en la ciudad

He soñado que me llevabas a tu casa
pero que nunca era ni el momento ni el lugar
para volvernos a follar

He soñado que eras tierno y cariñoso
pero a ratos me volvías a humillar una y otra vez
como yo hice contigo

Te tengo ganas
demasiadas ganas
Te quiero volver a ver


domingo, 19 de agosto de 2012

¿Qué vas a hacer con tu vida?


“¿Qué vas a hacer con tu vida?” Recientemente es la pregunta que más a menudo suelen hacerme. Espero estar licenciada en septiembre tras haber aprobado la única asignatura que se me ha atravesado a lo largo de la carrera, una asignatura bastante horrible, pero bastante menos que la profesora que la impartía, una combinación no muy alentadora para cualquier estudiante. Con 23 años licenciada, a curso por año, y con un expediente más que digno pero sin llegar a ser brillante. Las cuestiones en torno al género siempre han sido mi inquietud desde edades bien tempranas, y al comenzar la carrera, ya tenía claro que después de estar titulada quería hacer un postgrado en género y feminismo. “Tienes las cosas muy claras para ser tan joven”, es otra cosa que me han dicho desde siempre, aunque luego tengo que responder que en lo que concierne a lo académico lo he tenido todo bien claro, pero todo lo demás (mi vida personal, vaya) es un verdadero caos. Durante este último año de carrera que en lugar de ser más que digno ha sido brillante, me estaba planteando hacer un doctorado una vez finalizado el máster. Pero al final lo que llevaba planeando durante tantos años se ha torcido;  el llamado tasazo en la universidad pública ha hecho que me sea totalmente imposible continuar estudiando. Iba a pagar por un máster de 90 créditos unos 2.700 euros, pero ahora su cotización ronda casi los 6.000. Tampoco es que los 2.700 euros de antes fueran el chollo del siglo, ni que decir que obviamente hay gente que no los podrá pagar, pero 6.000 euros es una cifra más que abusiva. (¡No, no, no, no,  Bolonia no, Bolonia no, Bolonia no!)

El estado del malestar hace ya tiempo que estaba empezando a caer, y ahora se está divisando delante de nuestros ojos una caída libre al más profundo de los abismos. Yo no sé por qué tengo unas ganas locas de muerte y destrucción. No tengo una bola de cristal ni súper poderes para adivinar el futuro, pero desde luego lo que no quiero es volver (que es imposible) a la verdadera mierda en la que vivíamos hasta ahora. El neoliberalismo nos está devorando más que nunca (en occidente claro), pero mis únicas aspiraciones no son disponer de unos ingresos que me permitan vivir en una realidad simulada por la publicidad y el consumo, que es lo que parece que siguen pidiendo algunas y algunos cuando salen a la calle a manifestarse. El dinero no da la felicidad (toma cliché) y lo digo porque he vivido durante meses por debajo del umbral de la pobreza y he sido más feliz que nunca. Tampoco tengo muy claras “las alternativas al capitalismo” que habría que poner sobre la mesa, pero no estoy por la labor de defender un estado de malestar.

Uno de los datos alarmantes en esta situación de crisis es el paro juvenil, de ahí que a raíz de que no pueda pagarme el máster la gente me diga ¿Y ahora que vas a hacer con tu vida?”, como si tu vida sólo girara en torno a lo profesional y a lo académico. Desde luego que no se puede avanzar a ninguna parte mientras nuestras conciencias se encuentren en pleno entumecimiento psíquico.

Ahora que de momento tengo todo el tiempo del mundo, en lugar de dedicarme a la vida contemplativa podría dedicarme con continuidad y estabilidad de una vez a la militancia política, pero para ser sinceras mi asertividad brilla por su ausencia y trabajar en grupo me genera ansiedad. Pero tal y como está el panorama ahora más que nunca hay que apostar por la autoorganización y la autogestión en todo lo que sea posible. Y quizás ahora hay más paro, hay recortes sociales…pero hay personas que siempre han estado en crisis y nunca salen en los periódicos ni en los telediarios, por no hablar ya de las situaciones de otros países. Y la crisis no es sólo una cuestión de números, o de dinero que hay en el bolsillo. Como mujer joven prácticamente postadolescente el estado del malestar no ha hecho nada por mí cuando he solicitado su ayuda. Desde luego que el sistema sanitario y educativo está podrido por dentro y no por cuestiones de deuda pública, sino porque la sanidad (la biomedicina vaya) y la educación (donde la coeducación sólo se ve escrito en folletos institucionales, no en la práctica) por muy públicas que sean son intrínsecamente patriarcales.



viernes, 17 de agosto de 2012

El parto



Últimamente no paro de darle vueltas a ese momento. Estábamos en el ascensor, ya llegábamos a casa tras haber estado casi todo el día fuera. Te acercaste a mí, me estrechaste la cintura mientras me lamías la oreja y el cuello. Fue notar que te acercabas y todo se oscureció. Me quedé paralizada por el miedo. Tras haber pasado unos días juntos, felices y sin parar de follar, me quedé paralizada. Se abrió el ascensor y entramos a casa. Me tendiste en la cama, me quitaste las bragas y empezaste a comerme las nalgas. Yo yacía inmóvil, como si mi cuerpo no me perteneciera. Estaba aterrada, me sentía ahogada, mi cuerpo estaba atravesado de nudos, de sudores fríos. Notaste que algo no iba bien, y me preguntaste qué me pasaba. Con la voz entrecortada te dije que no me sentía bien, tu soltaste “¡Pues dilo coño!”, y saliste de la habitación.  No sé cuánto tiempo permanecí en la cama sin moverme, llorando en silencio. Me levante de la cama y salí a la terraza a fumarme un cigarro y a notar la brisa. Te oía haciendo la cena, y te acercaste a la terraza a dejarme una cerveza. Yo ni te miré, seguía fumando, temblorosa. Al rato volviste, te miré y rompí a llorar. Nos abrazamos. Lloraba, lloraba y lloraba, pero no en silencio como antes, sino que eran berrinches agonizantes.

Los días siguientes estuve delirando y con insomnio. Me tiraba las tardes enteras caminando sin sentido ni dirección durante horas.

Aquella noche volví a nacer. Fue un parto doloroso, pero renació una criatura con más vida que nunca.




Luz, ¡que bonita luz!
háblame del sol, dame su calor,
y háblame del mar,
de esas olas que destrozan.

Bienvenido, desgraciado
al planeta de los esclavos,
los mendigos y los perros traicioneros
¡cuando hay hambre!.

Desgraciado, ¡destroza tu cuerpo!
si no quieres ser devorado.
¡Y enloquece!
si no quieres ser humillado 


viernes, 10 de agosto de 2012

Te rechacé


Te rechacé
rechacé tus besos, tus miradas cómplices, tus caricias
Sólo quería tu polla, sólo eso, únicamente

Ahora podríamos estar en cualquier rincón, acurrucados
y observándonos fijamente, con sinceridad, sin miedos
Podríamos estar en la mágica Granada
jugando a que soy una reina mora y tu un bandolero
que me roba las joyas mientras me tocas el pelo
mi piel, mis tetas, mi coño, mi cuello…

Siempre te daba la espalda
 y nunca te dí un beso
Parece que nunca te dijeron
que a las putas sólo se las folla
nunca se las dice “te quiero”












jueves, 9 de agosto de 2012

Como un niño pequeño, pero también un pirado y un sádico



No era la primera vez que nos veíamos, aunque cuando te conocí quizás no era el momento ni el lugar. A veces puedo resultar algo retraída para las artes del cortejo, otras veces puedo resultar demasiado descarada, dando lugar a situaciones violentas. Eso depende de cómo ande a nivel emocional. La primera vez que nos vimos intercambiamos algunas palabras, nada del otro mundo, pero nos buscábamos con la mirada. Recuerdo que volví a verte sentado en una terraza de tu plaza, y nos miramos, pero yo no dije nada, ni tú tampoco.

Me mudé de ciudad siendo tú uno de aquellos hombres que estaban en mi lista mental, uno de aquellos hombres con el que no había tenido nada, aunque me hubiera encantado follarte en su día. Pero ni en la anterior ciudad ni en la actual ha sido el reencuentro. Ella me dijo cuando iba para su pueblo que el grupo de su hermana también iba a tocar en el festival, entonces caí en la cuenta de que te vería, y así fue.

Llegué a la casa retirada poblada de árboles frutales, de huertas y gallinas. Pero también estaba poblada de personas descarriadas que veníamos de paso, al festival, todos músicos menos yo. Nos encontramos en el pasillo estrecho cuando yo iba para el baño y tú salías. Me miraste de arriba abajo, estábamos demasiado cerca y yo con poca ropa. Apareció el patriarca de la casa y tú saliste hacia la pérgola de enredaderas. Ya no recuerdo si volví a verte, pero sé que pasaste la noche fuera. Al día siguiente nos volvimos a ver, y tonteábamos en la cocina mientras hacía que hacía el café.

Ya en la piscina veía tus intenciones, y mientras jugábamos a ahogarnos, a la vez nos pegábamos. Sentí tu puño dentro de mis entrañas antes que tus labios en mi boca. Supongo que los demás se daban cuenta, pero no había forma de que nos dejaran a solas, quería que se fueran para que me reventaras a tus anchas. Una vez que se marcharon, pensando que estábamos a solas, entramos en la casa para estar más cómodos, pero el patriarca seguía dentro imponiendo sus leyes sexistas y autoritarias. Me vestí a toda prisa mientras me daban voces, y ya fuera de la casa fuimos al parque a continuar lo comenzado. Todos los ahí reunidos éramos una panda de chalados, y algunos más politoxicómanos que otros. Apenas te conocía y no sabía si eras así, si estabas colocado o que, me daba igual. No había manera de hablar en serio, parecíamos niños en el patio del colegio. Pero no nos podíamos entretener demasiado porque no sabías a qué hora tocabas.

Volvimos a escaparnos a la noche, no sé cómo me aguantabas, supongo que por pura excitación, ya que fui tan impertinente como una niña pequeña y mimada. Pero tú también, tu también eres como un niño pequeño, pero también un pirado y un sádico, una mezcla demasiado atractiva para mí. Empezamos a mordernos, a arañarnos, a tirarnos del pelo. Mi coño no paraba de derramar cascadas de placer. Con las rodillas ensangrentadas huía como una lagartija escurridiza de tus muestras de cariño mientras te castigaba sin correrte. Yo no sé cuantas veces me corrí, pero a ti no te dejé que lo hicieras. Hubo algunas cosas que no me gustaron, y te lo dije, pero a ratos no me hiciste caso, por eso te castigué. Pero no podíamos parar. Yo estaba de pie, sin que me tocaras, sin tocarme, pero mi coño seguía por libre.

Cuando la atracción y la repulsión se funden lo único que tiene lugar es el desconcierto, no sabes por dónde puedo salir. Ahora me arrepiento, ahora me arrepiento. Demasiado tarde ya que no estás. Lo siento, lo hice mal, y no has sido el único. Hay hombres despreciables fruto de un mundo misógino, y hay mujeres perversas y taradas fruto de un mundo misógino.