miércoles, 5 de septiembre de 2012

Ausente



No escuches, ni hables, ni llores
Estás ausente

Ausente de todo dolor
ausente de toda culpa
Ausente, estás ausente

Tus miradas son de hielo
no transmiten compasión
Tus abrazos son tan falsos
que encogen cualquier corazón

No escuches, ni hables, ni llores
Estás ausente

Ausente de todo dolor
ausente de toda culpa
Ausente, estás ausente

Si tu alrededor se desmorona
y sin pena y sin angustia huyes a toda costa de tan desagradable situación
entonces te sientes libre, sin deber ni obligación
de dar cariño a aquellos que causaron tu terror

Ausente de todo dolor
ausente de toda culpa
Ausente, estás ausente

No escuches, ni hables, ni llores
Estás ausente



sábado, 1 de septiembre de 2012



No recuerda cuando aprendió a llorar en silencio, a intentar controlar aunque sea por segundos el comienzo de un mar de lágrimas asomándose por sus ojos rasgados y negros. No recuerda cuando el llorar llegó a formar parte de una actividad fisiológica diaria. Era tan necesario como ir al baño, lugar donde demasiadas veces se escondía;  y cuando terminaba, tiraba de la cadena y salía disimulando con los ojos hinchados.

Había épocas en las que se tiraba horas tirada en la cama, llorando desconsoladamente, encogida y agarrada a la almohada.

Otras veces no bastaba sólo con llorar, ya que era inevitable que se desgarrara la piel son sus propias uñas, que se pellizcara, que se mordiera los brazos, que se arrancara el pelo, que se golpeara con sus nudillos en el cráneo, que se abofeteara la cara… como si por ello las imágenes de horribles recuerdos se fueran a borrar para siempre.