miércoles, 2 de abril de 2014

Nos buscamos la vida como podemos.

Llevo ya seis meses trabajando como webcamer, y lo que en principio iba a ser algo temporal, se ha convertido en el trabajo más duradero de toda mi vida. Mi vida laboral son varios folios, llenos de contratos temporales. Más allá de la llamada flexibilidad en el mercado de trabajo, que no es más que condiciones precarias y vivir en una constante incertidumbre, yo misma he dejado muchos empleos antes de que terminaran esos contratos de tan corta duración. O no me han renovado, no porque no necesitaran más mano de obra o porque si al renovarme deberían cambiar el tipo de contratación, no; sino porque no era apta, o más bien porque no encajaba en su lógica. Si bien en el terreno académico siempre me he movido con mucha facilidad y con buenos resultados, en el terreno laboral siempre he sido un desastre: no enterarme de los cambios de horarios, llevar tiempo en un trabajo y no tener controlados todavía cosas muy básicas, mantenerme al margen de las cañas de después o de grandes quedadas, escaquearme para fumar, largarme antes de que termine mi jornada, no llegar a aparecer…

Los folios de mi vida laboral no son sólo un vivo ejemplo de la economía postfordista, también de mi propio caos personal. A pesar de ello, no sé muy bien cómo, siempre he tenido trabajo, incluso estos últimos años de cifras tan elevadas de desempleo. He sido teleoperadora, dependienta, azafata, he trabajado en el Mc Donalds, haciendo inventarios por la noche, he vendido cervezas en macrobotellones… y ahora soy una puta “virtual”.

Cuando tuve mi primer ordenador personal (el mismo todavía donde estoy escribiendo ahora) empecé a consumir porno y a chatear con desconocidos. Empecé también a tener cibersexo con muchos de esos desconocidos, a los que luego con algunos de ellos también tuve sexo “carnal”. Cuando navegaba para consumir pornografía, me aparecían webs de videochats porno, donde me picaba siempre la opción de por qué no, dedicarme a ello de manera profesional, aunque solo fuera de vez en cuando y no como ahora que le dedico media jornada laboral. Si tener cibersexo era algo con lo que disfrutaba y además me pagaban por ello… qué de puta madre ¿no? Pero siempre me tiraba para atrás, por salvaguardar mi intimidad.  Además, no necesitaba el dinero en aquel momento.

Me metí como webcamer porque me quedé sin trabajo y sin casa, en un país que no era el mío y con ahorros que me daba para un mes como mucho y viviendo muy jodidamente. Y menos mal que existe esto ahora del videochat porno en la era Internet, porque si no me hubiera visto haciendo la noche por las afueras o buscando burdeles en el periódico local. Antes de meterme en el mundo del trabajo sexual, mantenía la opinión de la libre elección y de la libertad sexual. Ahora lo rebato, y pienso que quien se mete en estos berenjenales es por necesidad económica y/o porque su vida sexual y afectiva no ha sido precisamente un camino de rosas.

El trabajo sexual es uno de los pilares del patriarcado, pero hay una especie de nueva ola en la izquierda y en el feminismo que tratan el trabajo sexual como algo incluso subversivo. ¿Qué tiene de subversivo mercantilizar la sexualidad? ¿Qué tiene de subversivo la cosificación de la mujer? ¿Qué tiene de subversivo la reproducción constante del binarismo de los roles de género?

Nos buscamos la vida como podemos. Yo cuando terminé la carrera me negué en rotundo en buscar trabajos de becaria donde por trabajar por jornada completa me diera ingresos a los sumo de 300 euros y sin cotizar. Yo como webcamer no cotizo, y gano unos 1000 euros trabajando unas 25 horas semanales teniendo que aguantar a babosos que en su mayoría tienen una visión de la sexualidad femenina totalmente distorsionada. Empecé con esto con la idea de tener ingresos hasta que encontrara un trabajo “normal”. Los jóvenes españoles migrantes que conozco aquí, en su mayoría trabajan en hostelería cobrando en negro salarios bajos. Me he acomodado a mi trabajo anormal, donde yo pongo mis horarios desde mi casa, la cantidad de horas que quiero trabajar, donde si un cliente se porta mal conmigo y ese día no ando muy complaciente le mando a tomar por culo. Donde a veces simplemente gano dinero sentada en mi ordenador teniendo una conversación agradable sin llegar ni siquiera a desnudarme, donde a veces los juegos sexuales son tan excitantes y divertidos que se detiene el tiempo. Y disfrutas, y te corres. Y te sientes realizada. Y donde piensas porqué no mercantilizar tu cuerpo escultural y tus habilidades y filias sexuales. Pero no paro de pensar en tener un trabajo normal, porque hay días que no soporto a mis clientes, que no soporto hacer planos gonzo, que no soporto que te traten como a una cosa con tetas, coño y culo pero sin cerebro y corazón. Porque no cotizo, porque mis pagos van a una tarjeta mastercard que te cobra comisiones por todo, porque cuando por casualidad una tarde que mi velocidad de conexión es baja no puedo trabajar y es una tarde perdida.


Nos buscamos la vida como podemos, pero no banalicemos el trabajo sexual. Me gustaría seguir escribiendo, pero me tiene que bajar la regla, ya es tarde y mi pensamiento racional se está apagando.