“¿Qué vas a hacer con tu vida?” Recientemente es la pregunta que
más a menudo suelen hacerme. Espero estar licenciada en septiembre tras haber
aprobado la única asignatura que se me ha atravesado a lo largo de la carrera,
una asignatura bastante horrible, pero bastante menos que la profesora que la
impartía, una combinación no muy alentadora para cualquier estudiante. Con 23 años
licenciada, a curso por año, y con un expediente más que digno pero sin llegar
a ser brillante. Las cuestiones en torno al género siempre han sido mi
inquietud desde edades bien tempranas, y al comenzar la carrera, ya tenía claro
que después de estar titulada quería hacer un postgrado en género y feminismo. “Tienes las cosas muy claras para ser tan
joven”, es otra cosa que me han dicho desde siempre, aunque luego tengo que
responder que en lo que concierne a lo académico lo he tenido todo bien claro, pero
todo lo demás (mi vida personal, vaya) es un verdadero caos. Durante este
último año de carrera que en lugar de ser más que digno ha sido brillante, me
estaba planteando hacer un doctorado una vez finalizado el máster. Pero al
final lo que llevaba planeando durante tantos años se ha torcido; el llamado tasazo en la universidad pública ha hecho que me sea totalmente
imposible continuar estudiando. Iba a pagar por un máster de 90 créditos unos
2.700 euros, pero ahora su cotización ronda casi los 6.000. Tampoco es que los
2.700 euros de antes fueran el chollo del siglo, ni que decir que obviamente
hay gente que no los podrá pagar, pero 6.000 euros es una cifra más que
abusiva. (¡No, no, no, no, Bolonia no, Bolonia no, Bolonia no!)
El estado del malestar hace ya
tiempo que estaba empezando a caer, y ahora se está divisando delante de nuestros
ojos una caída libre al más profundo de los abismos. Yo no sé por qué tengo
unas ganas locas de muerte y destrucción. No tengo una bola de cristal ni súper
poderes para adivinar el futuro, pero desde luego lo que no quiero es volver
(que es imposible) a la verdadera mierda en la que vivíamos hasta ahora. El
neoliberalismo nos está devorando más que nunca (en occidente claro), pero mis
únicas aspiraciones no son disponer de unos ingresos que me permitan vivir en
una realidad simulada por la publicidad y el consumo, que es lo que parece que
siguen pidiendo algunas y algunos cuando salen a la calle a manifestarse. El dinero
no da la felicidad (toma cliché) y lo digo porque he vivido durante meses por debajo
del umbral de la pobreza y he sido más feliz que nunca. Tampoco tengo muy
claras “las alternativas al capitalismo”
que habría que poner sobre la mesa, pero no estoy por la labor de defender un
estado de malestar.
Uno de los datos alarmantes en
esta situación de crisis es el paro juvenil, de ahí que a raíz de que no pueda
pagarme el máster la gente me diga “¿Y
ahora que vas a hacer con tu vida?”, como si tu vida sólo girara en torno a lo
profesional y a lo académico. Desde luego que no se puede avanzar a ninguna
parte mientras nuestras conciencias se encuentren en pleno entumecimiento
psíquico.
Ahora que de momento tengo todo
el tiempo del mundo, en lugar de dedicarme a la vida contemplativa podría
dedicarme con continuidad y estabilidad de una vez a la militancia política, pero
para ser sinceras mi asertividad brilla por su ausencia y trabajar en grupo me
genera ansiedad. Pero tal y como está el panorama ahora más que nunca hay que
apostar por la autoorganización y la autogestión en todo lo que sea posible. Y
quizás ahora hay más paro, hay recortes sociales…pero hay personas que siempre
han estado en crisis y nunca salen en los periódicos ni en los telediarios, por
no hablar ya de las situaciones de otros países. Y la crisis no es sólo una
cuestión de números, o de dinero que hay en el bolsillo. Como mujer joven
prácticamente postadolescente el estado del malestar no ha hecho nada por mí
cuando he solicitado su ayuda. Desde luego que el sistema sanitario y educativo
está podrido por dentro y no por cuestiones de deuda pública, sino porque la
sanidad (la biomedicina vaya) y la educación (donde la coeducación sólo se ve
escrito en folletos institucionales, no en la práctica) por muy públicas que sean son
intrínsecamente patriarcales.
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