domingo, 19 de agosto de 2012

¿Qué vas a hacer con tu vida?


“¿Qué vas a hacer con tu vida?” Recientemente es la pregunta que más a menudo suelen hacerme. Espero estar licenciada en septiembre tras haber aprobado la única asignatura que se me ha atravesado a lo largo de la carrera, una asignatura bastante horrible, pero bastante menos que la profesora que la impartía, una combinación no muy alentadora para cualquier estudiante. Con 23 años licenciada, a curso por año, y con un expediente más que digno pero sin llegar a ser brillante. Las cuestiones en torno al género siempre han sido mi inquietud desde edades bien tempranas, y al comenzar la carrera, ya tenía claro que después de estar titulada quería hacer un postgrado en género y feminismo. “Tienes las cosas muy claras para ser tan joven”, es otra cosa que me han dicho desde siempre, aunque luego tengo que responder que en lo que concierne a lo académico lo he tenido todo bien claro, pero todo lo demás (mi vida personal, vaya) es un verdadero caos. Durante este último año de carrera que en lugar de ser más que digno ha sido brillante, me estaba planteando hacer un doctorado una vez finalizado el máster. Pero al final lo que llevaba planeando durante tantos años se ha torcido;  el llamado tasazo en la universidad pública ha hecho que me sea totalmente imposible continuar estudiando. Iba a pagar por un máster de 90 créditos unos 2.700 euros, pero ahora su cotización ronda casi los 6.000. Tampoco es que los 2.700 euros de antes fueran el chollo del siglo, ni que decir que obviamente hay gente que no los podrá pagar, pero 6.000 euros es una cifra más que abusiva. (¡No, no, no, no,  Bolonia no, Bolonia no, Bolonia no!)

El estado del malestar hace ya tiempo que estaba empezando a caer, y ahora se está divisando delante de nuestros ojos una caída libre al más profundo de los abismos. Yo no sé por qué tengo unas ganas locas de muerte y destrucción. No tengo una bola de cristal ni súper poderes para adivinar el futuro, pero desde luego lo que no quiero es volver (que es imposible) a la verdadera mierda en la que vivíamos hasta ahora. El neoliberalismo nos está devorando más que nunca (en occidente claro), pero mis únicas aspiraciones no son disponer de unos ingresos que me permitan vivir en una realidad simulada por la publicidad y el consumo, que es lo que parece que siguen pidiendo algunas y algunos cuando salen a la calle a manifestarse. El dinero no da la felicidad (toma cliché) y lo digo porque he vivido durante meses por debajo del umbral de la pobreza y he sido más feliz que nunca. Tampoco tengo muy claras “las alternativas al capitalismo” que habría que poner sobre la mesa, pero no estoy por la labor de defender un estado de malestar.

Uno de los datos alarmantes en esta situación de crisis es el paro juvenil, de ahí que a raíz de que no pueda pagarme el máster la gente me diga ¿Y ahora que vas a hacer con tu vida?”, como si tu vida sólo girara en torno a lo profesional y a lo académico. Desde luego que no se puede avanzar a ninguna parte mientras nuestras conciencias se encuentren en pleno entumecimiento psíquico.

Ahora que de momento tengo todo el tiempo del mundo, en lugar de dedicarme a la vida contemplativa podría dedicarme con continuidad y estabilidad de una vez a la militancia política, pero para ser sinceras mi asertividad brilla por su ausencia y trabajar en grupo me genera ansiedad. Pero tal y como está el panorama ahora más que nunca hay que apostar por la autoorganización y la autogestión en todo lo que sea posible. Y quizás ahora hay más paro, hay recortes sociales…pero hay personas que siempre han estado en crisis y nunca salen en los periódicos ni en los telediarios, por no hablar ya de las situaciones de otros países. Y la crisis no es sólo una cuestión de números, o de dinero que hay en el bolsillo. Como mujer joven prácticamente postadolescente el estado del malestar no ha hecho nada por mí cuando he solicitado su ayuda. Desde luego que el sistema sanitario y educativo está podrido por dentro y no por cuestiones de deuda pública, sino porque la sanidad (la biomedicina vaya) y la educación (donde la coeducación sólo se ve escrito en folletos institucionales, no en la práctica) por muy públicas que sean son intrínsecamente patriarcales.



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