sábado, 30 de julio de 2011

Habitación 231.



La iluminación artificial, el suelo de mármol, los colores sanitarios, especialmente el blanco predominaba en el pasillo y en el pequeño recibidor. En una actitud fría y con un semblante de resignación me acerqué. Estaban llorando. Les abracé, les besé, ella me apretó con mucha fuerza, lloraba y gemía sin parar. Mi cuerpo pesaba demasiado, me costaba mantenerme de pie. Me senté con la mirada perdida en el suelo brillante. No sé cuanto tiempo estuve así, hasta que decidí levantarme y entrar en la habitación, habitación en la que llevaba ya unas semanas pasando ahí las tardes. Entré y ví el rostro de la muerte en un cuerpo que seguía vivo, fue un segundo y tuve que salir. No era él, ese no era él. Estallé a llorar, no podía parar. Sentía angustia, dolor y sobre todo terror, la muerte me penetró en aquel mínimo instante que le vi. Me penetró y quedó dentro, no podía salir. Dentro me agitaba, me hacía daño y me iban perdiendo las fuerzas. No paraba de entrar personal sanitario cada dos por tres, yo veía sus piernas desde fuera cuando la puerta estaba abierta, no me atrevía a volver a entrar. No podía soportar que él estuviera siendo consciente de que se estaba muriendo.

Desde que llegué hasta que murió pasó una hora y media, hora y media que se me hizo eterna. Ella, ella que había pasado casi todas las noches junto a él, ella de repente no pudo aguantar más el dolor, pensaba que se me iba a morir ella también ahí mismo, me levanté y me fui hacia la ventana donde mis lágrimas de nuevo explotaron sin parar.

Llegó el sacerdote, no llegó a tiempo para la extremaunción, el ya había muerto. Entraron en la habitación con el sacerdote, yo estaba afuera escuchando el Padre Nuestro.

Me gustaría pensar que ahora no eres un cadáver, me gustaría pensar que estás ahora en un cielo, en un paraíso o donde sea, pero que tu alma siga viva, aunque no te cuerpo. Si tuviera la total certeza de que vas a estar en otro mundo siendo feliz, te hubiera despedido con el Padre Nuestro, te rezaría un Padre Nuestro todos los días.


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