miércoles, 3 de agosto de 2011

Ingenuidad efervescente



Cuando se hubo ido, me senté en el sofá y tuve un orgasmo solo tocándome el pecho y pensando en él. Al acabar, recordé que Melina había dicho que era un cerdo. No lo creía. No me parecía posible que alguien que podía hacerte sentir tan bien pudiera ser tan espantoso. Me gustaba mucho Melina y me parecía muy lista, pero también creía que había cosas que tal vez ella no comprendía. Y sobre todo me parecía que cualquier cosa que pudiera producirme un orgasmo era buena. Creía que mi cuerpo era más sabio.


Abrázame. Alicia Erian.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bien, afro, pero me gusta más cuando escribes algo propio.

Un seguidor tuyo de la ciudad condal.