Las poderosas energías destructivas y la fuerte sexualidad que experimentan las mujeres durante sus ciclos menstruales se fundieron en la imagen de las diosas de la guerra, ávidas de sangre; se ignoró el lado creativo de estas energías y sólo prevaleció la imagen salvaje, sexual y sanguinaria de diosas como Isthat, Sekhmet y Morriga, y con el paso del tiempo hasta la acogedora madre de la muerte empezó a considerarse perversa debido a su asociación con la destrucción injustificable y cruel. Y así el binomio sexo y violencia sigue vigente en la sociedad moderna: está presente en gran cantidad de películas y libros, y en las violentas violaciones que sufren muchas mujeres. La imagen original, en la que la sexualidad creativa y la muerte se entrelazaban; se ha distorsionado terriblemente: si se analiza a la Destructora -portadora del cambio- desde una perspectiva lineal, resulta atemorizante; pero si la vida y la muerte se entienden como un ciclo contínuo, entonces la Destrucción se transforma en la senda que conduce hacia una nueva existencia y un nuevo crecimiento.
Me niego a vivir en el mundo ordinario como una mujer ordinaria. A establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis. Soy una neurótica, en el sentido de que vivo en mi mundo. No me adaptaré al mundo. Me adaptaré a mí misma. (Anaïs Nin)
sábado, 7 de febrero de 2015
La Diosa de la Oscuridad
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