"No sé si en este caso el orden de los factores altera el producto. No tengo muy claro si la primera agresión nos vuelve débiles o si somos débiles y por eso nos agreden. Es como si llevásemos un cartel que dijera “abusa de mí, humíllame”. Como si tuvieran derecho de pernada. ¿no te gustan mis zapatos? Búrlate de ellos. ¿llevo aparato en los dientes? Pregúntame, cada vez que me hagan una foto, si he abierto la boca. Aprovéchate de mí y envíame a hacer el trabajo sucio, o demuestra delante de tus colegas lo divertido que es dejarme en la acera suplicando que al menos me acerques hasta una estación de tren o una parada del autobús para poder regresar a mi casa. Indícame con sorna que no necesito ir a esa clase sobre sexualidad porque mi padre ya me lo ha enseñado todo. Y después, cuando te ofrezca un chicle o un cigarrillo, porque quiero ser amable, quédate con todo el paquete. Y cuando por casualidad haga algo bien, incluso mejor que tu, no olvides recordarme lo mucho que me pavoneo por ello, lo mucho que disfruto; total, para una cosa que sé hacer… y si se te acaban los argumentos, siempre puedes mandarme callar con una bofetada, porque yo no tengo ni idea de lo que hablo. Ahh, por supuesto, no olvides desahogar tus necesidades conmigo. Y puedes invitar a tus amigos. Yo jamás me negaré e incluso te estaré muy agradecida por el hecho de que te hayas fijado en mí. "
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