Llevo ya seis meses trabajando
como webcamer, y lo que en principio iba a ser algo temporal, se ha convertido
en el trabajo más duradero de toda mi vida. Mi vida laboral son varios folios,
llenos de contratos temporales. Más allá de la llamada flexibilidad en el mercado
de trabajo, que no es más que condiciones precarias y vivir en una constante
incertidumbre, yo misma he dejado muchos empleos antes de que terminaran esos
contratos de tan corta duración. O no me han renovado, no porque no necesitaran
más mano de obra o porque si al renovarme deberían cambiar el tipo de
contratación, no; sino porque no era apta, o más bien porque no encajaba en su
lógica. Si bien en el terreno académico siempre me he movido con mucha
facilidad y con buenos resultados, en el terreno laboral siempre he sido un
desastre: no enterarme de los cambios de horarios, llevar tiempo en un trabajo
y no tener controlados todavía cosas muy básicas, mantenerme al margen de las
cañas de después o de grandes quedadas, escaquearme para fumar, largarme antes
de que termine mi jornada, no llegar a aparecer…
Los folios de mi vida laboral no
son sólo un vivo ejemplo de la economía postfordista, también de mi propio caos
personal. A pesar de ello, no sé muy bien cómo, siempre he tenido trabajo,
incluso estos últimos años de cifras tan elevadas de desempleo. He sido
teleoperadora, dependienta, azafata, he trabajado en el Mc Donalds, haciendo
inventarios por la noche, he vendido cervezas en macrobotellones… y ahora soy
una puta “virtual”.
Cuando tuve mi primer ordenador
personal (el mismo todavía donde estoy escribiendo ahora) empecé a consumir
porno y a chatear con desconocidos. Empecé también a tener cibersexo con muchos
de esos desconocidos, a los que luego con algunos de ellos también tuve sexo “carnal”.
Cuando navegaba para consumir pornografía, me aparecían webs de videochats
porno, donde me picaba siempre la opción de por qué no, dedicarme a ello de
manera profesional, aunque solo fuera de vez en cuando y no como ahora que le
dedico media jornada laboral. Si tener cibersexo era algo con lo que disfrutaba
y además me pagaban por ello… qué de puta madre ¿no? Pero siempre me tiraba
para atrás, por salvaguardar mi intimidad.
Además, no necesitaba el dinero en aquel momento.
Me metí como webcamer porque me
quedé sin trabajo y sin casa, en un país que no era el mío y con ahorros que me
daba para un mes como mucho y viviendo muy jodidamente. Y menos mal que existe
esto ahora del videochat porno en la era Internet, porque si no me hubiera
visto haciendo la noche por las afueras o buscando burdeles en el periódico
local. Antes de meterme en el mundo del trabajo sexual, mantenía la opinión de
la libre elección y de la libertad sexual. Ahora lo rebato, y pienso que quien
se mete en estos berenjenales es por necesidad económica y/o porque su vida
sexual y afectiva no ha sido precisamente un camino de rosas.
El trabajo sexual es uno de los
pilares del patriarcado, pero hay una especie de nueva ola en la izquierda y en
el feminismo que tratan el trabajo sexual como algo incluso subversivo. ¿Qué
tiene de subversivo mercantilizar la sexualidad? ¿Qué tiene de subversivo la
cosificación de la mujer? ¿Qué tiene de subversivo la reproducción constante del
binarismo de los roles de género?
Nos buscamos la vida como
podemos. Yo cuando terminé la carrera me negué en rotundo en buscar trabajos de
becaria donde por trabajar por jornada completa me diera ingresos a los sumo de
300 euros y sin cotizar. Yo como webcamer no cotizo, y gano unos 1000 euros
trabajando unas 25 horas semanales teniendo que aguantar a babosos que en su mayoría
tienen una visión de la sexualidad femenina totalmente distorsionada. Empecé
con esto con la idea de tener ingresos hasta que encontrara un trabajo “normal”.
Los jóvenes españoles migrantes que conozco aquí, en su mayoría trabajan en
hostelería cobrando en negro salarios bajos. Me he acomodado a mi trabajo
anormal, donde yo pongo mis horarios desde mi casa, la cantidad de horas que
quiero trabajar, donde si un cliente se porta mal conmigo y ese día no ando muy
complaciente le mando a tomar por culo. Donde a veces simplemente gano dinero
sentada en mi ordenador teniendo una conversación agradable sin llegar ni
siquiera a desnudarme, donde a veces los juegos sexuales son tan excitantes y
divertidos que se detiene el tiempo. Y disfrutas, y te corres. Y te sientes
realizada. Y donde piensas porqué no mercantilizar tu cuerpo escultural y tus
habilidades y filias sexuales. Pero no paro de pensar en tener un trabajo
normal, porque hay días que no soporto a mis clientes, que no soporto hacer
planos gonzo, que no soporto que te traten como a una cosa con tetas, coño y
culo pero sin cerebro y corazón. Porque no cotizo, porque mis pagos van a una
tarjeta mastercard que te cobra comisiones por todo, porque cuando por
casualidad una tarde que mi velocidad de conexión es baja no puedo trabajar y
es una tarde perdida.
Nos buscamos la vida como
podemos, pero no banalicemos el trabajo sexual. Me gustaría seguir escribiendo,
pero me tiene que bajar la regla, ya es tarde y mi pensamiento racional se está
apagando.
2 comentarios:
Para mi no es un trabajo, sino un modo de supervivencia temporal y creo que muy duro. Estoy deacuerdo con casi todo lo que dices aquí y donde te leo (pikara, etc). Me pareces una persona sensata, y sensible y has pasado por algunas cosas parecidas a las mías.
Uy, me da un poco de miedo a veces el que vaya dejando rastro por la red... jeje
Me alegro de que compartamos opiniones. Tienes blog?? :)
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