Llevo ya siete meses viviendo en
Reino Unido y si hay algo que más detesto en este país es que está lleno de
españoles. Tengo la suerte de vivir en una ciudad pequeña, así que el volumen
de migrantes españoles no es comparable con el de otras ciudades como pueden
ser Londres o Bristol. Pero, si hay gente que viene para acá y se siente como
en casa porque vive inmersa en una comunidad de españoles, y se lo pasa pipa
saliendo con españoles, y viviendo con españoles… A mí me chirría. Es algo de
lo que intento huir y es que no hay escapatoria.
La mayor parte de la poca gente
que conozco son españoles, aunque por lo menos siempre he tenido claro que no
quiero vivir con españoles. He vivido ya en tres casas diferentes aquí y nunca con españoles. Mi círculo de amistades
si ya era pequeño hace unos meses ahora en lugar de crecer se ha ido haciendo
más pequeño… Bien es cierto que al trabajar en casa no tengo espacio de
socialización laboral, y en las clases de inglés las pocas personas que me han
llamado la atención tienen demasiadas obligaciones (matrimonio, jornadas
intensas de trabajo..) como para irse con una veinteañera a tomar pintas. Yo
pensé en su día que qué suerte tenía al no haber ningún español en mis clases
de inglés, hasta que empezaron las clases del segundo trimestre…y voilá,
españoles. Se piensan que porque hemos nacido en el mismo maldito país es
obligación que una vez fuera tenga que quedar contigo. Quedaré contigo si veo
que congeniamos seas de donde seas.
Aquí amistades lo que se dice
amistades no tengo, tengo colegas, con los que comparto el tiempo libre. Pero
no tengo a personas de confianza con las que vivir, reír, llorar, gozar y
cuidarnos. Y eso a veces resulta triste. Pero más triste me resulta la
hipocresía de la comunidad de españoles. Quizás entre ellos estén bien, es
posible, pero amigos, yo no, no estoy a gusto con vosotros. Ya llevo muchos
meses y no, las relaciones no fluyen. Sí, yo soy la rara del grupo, la que
trabaja haciendo porno y no en hostelería;
la que llegó sola sin pareja y sin amigos, con cuatro duros y encima la
echaron y se quedó sin casa y sin trabajo; la que habla con los borrachos
autóctonos tratándolos como iguales, la que no recibe ayuda económica familiar
de ningún tipo; la que no quiere visitas de su familia; la que no desea volver
a España cuanto antes ni de visita, la que prefiere muchas veces quedarse en
casa que salir a tomar cerveza a bares que no le gustan para hablar de
estupideces, la que no tolera comentarios paternalistas…
Ya está bien de que me digan que es
lo mejor o peor para mí. Mi trabajo es una mierda sí, pero gano más que ellos
trabajando menos horas que ellos, y encima muchas veces me gusta mi
trabajo. Ya está bien de que me digan
que qué hago hablando con ese tipo que va tan colocado, qué clases de inglés
debo elegir, qué tenga cuidado si me voy con un chico cuando ya va terminando
la noche… Creo que ya van conociéndome y se van dando cuenta que no he nacido
ayer, pero su jodido mundo de algodón de azúcar me chirría.
Exiliados nos llaman desde algunos
medios progres o incluso desde plataformas como Juventud sin futuro. Somos
inmigrantes, no exiliados, creo que no es exactamente lo mismo. Pero aquí no
vengo ahora para discutir de qué termino es más adecuado, sino para decir que
no me siento dentro de la comunidad de “exiliados españoles”. Tampoco me siento
representada por la Marea granate. Quizás sin crisis yo también me habría
largado aunque desde luego que no en las mismas condiciones. No me siento
representada porque cuando llegué una de mis tareas era fregar retretes y no se
me caen los anillos por tener un título universitario y pasar mucho tiempo con
una fregona entre mis manos. La mayoría de la gente que se marcha son jóvenes
de clase media y con estudios universitarios. Los hay que en España no han
trabajado en su puta vida y llegan aquí y resultan que tienen que fregar. Y les
jode porque tienen estudios. Puro clasismo.
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