Pasan los días,
las semanas y los meses casi sin que te des cuenta. Pasan y todo sigue igual.
Todos los días son iguales, una rutina nada gratificante que hace vayas
perdiendo fuerzas y ganas. Y no es por la rutina en sí. De hecho es necesaria
una rutina, una vida organizada, pero una rutina que tú eliges y de la cual disfrutas,
una rutina plagada de pequeños placeres que te ofrece la vida cotidiana.
El mes de enero
es un mes de inflexión, ya que empieza un nuevo año y además mi cumpleaños cae
en este mes. Un nuevo año que empieza y con demasiados planes inconexos en la cabeza,
planes que no terminas de organizar y por tanto que no se empiezan. La vida
académica se ha quedado parada por un tiempo, espero que sea por un tiempo y no
definitivamente. Ahora es fecha de exámenes y entregas para universitarios, y
aunque muchas veces llegue a ser incluso un sufrimiento el estrés al que se ve
sometido el estudiante, si hay algo en esta vida que me ha generado mucha
gratificación es el estudio, el trabajo intelectual. Sigo paseándome por
bibliotecas, leyendo y escribiendo anotaciones en los libros, escribiendo ensayos
que no tienen fecha de entrega… Habrá que aprovecharlo, dentro de poco no
quedarán ni bibliotecas.
El único
propósito claro que he tenido al comenzar este año es dejar de fumar marihuana.
Me estaba empezando a sentar verdaderamente mal. No dejarla definitivamente,
pero si abandonar el consumo diario. Si
bien la marihuana puede aportar una lucidez y una profundidad analítica tanto
para el trabajo intelectual y creativo así como para la propia introspección, también
es cierto que no a todas las personas les puede sentar bien y cuando ya se
lleva un tiempo consumiendo tu cerebro se resiente. En los últimos meses fumar
sola me metía en un bucle de pesimismo, de neurosis obsesiva sobre malos tragos
que da la vida, de un aislamiento cada vez mayor con mi entorno. Cuando fumas
canutos tu cuerpo se relaja pero tu cabeza se dispara, y últimamente había
ciertas obsesiones que no podía quitarme de la cabeza, y para lo único que me
servía fumar era para incrementar esa vorágine absurda de autodestrucción. Hace
aproximadamente un mes en un Corte Inglés lo pasé verdaderamente mal en un
ascensor. Iba bastante fumada y me metí allí para comprar tabaco en el estanco,
entrar y salir sin más, ya que los centros comerciales en general los aborrezco.
Iba a salir de allí y me metí en el ascensor para bajar a la calle. Yo pulsé “0”,
pero el ascensor iba a otras plantas ya que había más gente dentro y otras
personas que llamarían desde la planta que estuviesen. Me empecé a agobiar
porque el ascensor estaba lleno de espejos y de gente y el efecto visual creaba
la impresión de ser una enorme multitud concentrada en pocos metros cuadrados.
Se abrieron las puertas y yo no sabía exactamente donde estaba, pulsaba
constantemente el “0” pero no había manera de bajar. De repente se volvieron a
abrir las puertas y yo perdí el sentido de la realidad, no sabía dónde me
encontraba, si eso era otro centro comercial, si estaba soñando, no sabía dónde
estaba y sentía que la gente no se percataba de mi presencia, como si yo no
existiera. Las puertas se cerraron y volvía pulsar al “0” desesperadamente,
varias veces, pensaba que a lo mejor no había planta a la calle, que alguien
había manipulado el ascensor para que me fuera imposible salir de allí, ya que
cuando las puertas se abrían me volvía a descolocar, no sabía dónde me
encontraba. Al fin salí del ascensor porque me estaba ahogando metida ahí
dentro, me venían los sudores y los temblores de un ataque de pánico.
Y si hay algo
que más me apetezca en este momento es fumarme un buen porro, pero de momento
sólo pienso fumar en compañía y ocasionalmente, para no apedrearme más la
cabeza.
Pasa la vida y no has notado que has vivido,
cuando pasa la vida y no has notado que has vivido,
cuando pasa la vida, pasa la vida.
Tus ilusiones y tus bellos sueños, todo se olvida
tus ilusiones y tus bellos sueños, todo se olvida.
Pasa la vida, igual que pasa la corriente
cuando el río busca el mar
y yo camino indiferente donde me quieran llevar.
Y pasa la gloria, pasa la gloria.
Pasa la gloria, nos ciega la soberbia,
pero un día pasa la gloria, nos ciega la soberbia ,
pero un día pasa la gloria.
Y pasa la gloria y ves que de tu obra
ya no queda ni la memoria
y ves que de tu obra ya no queda ni la memoria.
Y pasa la vida igual que pasa la corriente,
cuando el río busca el mar
y yo camino indiferente, donde me quieran llevar
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