Me niego a vivir en el mundo ordinario como una mujer ordinaria. A establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis. Soy una neurótica, en el sentido de que vivo en mi mundo. No me adaptaré al mundo. Me adaptaré a mí misma. (Anaïs Nin)
Una de las cosas que más
aborrezco de las nuevas tecnologías es la cantidad de tiempo que se pierde
(muchas veces de la manera más absurda posible) navegando por Internet. El
maldito Facebook te da vínculos y más vínculos sobre artículos, se crean
polémicas y debates que no duran ni una semana. Entre ellos, muchas veces se
hace alusión a la igualdad de género y al machismo imperante en nuestra
sociedad. Es muy, pero muy positivo que la idea de igualdad esté cada vez más
presente, pero muchas veces se queda en papel mojado o en este caso, en
pantallas mojadas. Pero si hay algo que me repatea de todas las cosas que leo,
es que sigue estando presente un binarismo del género que en lugar de avanzar
hacia un cambio social emancipatorio para todas las personas al final lo que
produce es un estancamiento en el orden social existente.
Hombres mujeres y viceversa no es
un programa de Tele 5, el cual tiene mucha chicha a la hora de hacer análisis del
discurso con perspectiva de género sobre la industria cultural que nos acecha,
es lo que veo en las redes sociales. El sexo como categoría discursiva que
apela al ser de las personas parece un muro de hormigón imposible de derribar.
No se trata de vestir de rosa, no se trata de que te guste el fútbol, parece
que todo el mundo da por hecho que hay un sexo biológico natural.
También es muy positivo que la
gente vaya entiendo el feminismo como movimiento social, como reivindicación
política hacia un mundo más justo, pero ahora está muy de moda utilizar el
concepto de igualdad para romper las barreras del género. Yo no sé de donde
sale que el feminismo es algo muy chungo y muy malo que pretende eliminar a
todos los hombres de la faz de la tierra, aunque como todo movimiento
politizado, siempre va a ser juzgado como algo muy malo, malísimo.
El biologicismo está más que
presente en el imaginario colectivo, un dogma a la altura de las creencias
religiosas. Si bien la Ilustración y los procesos de industrialización fueron
tirando por tierra la existencia de Dios (¿pero qué Dios? Padre, hijo, espíritu
santo ¿?…) la ciencia fue ascendiendo a dogma, a realidad incuestionable. El
imperio de la razón creo que no va a morir con la postmodernidad mientras siga
existiendo el capitalismo. Por mucho que se hable de igualdad (más de igualdad
que de feminismos) la gente sigue creyendo que están los hombres y las mujeres,
que hay diferencias biológicas inalienables y que todo ello explica que vivamos
en un heteropatriarcado de mierda. Si alguien me defiende que los hombres por “naturaleza”
tienes más deseo sexual y que las mujeres son pasivas y tienen más criterios de
elección a la hora de follar por tener útero, me estás defendiendo algo tan
sumamente asqueroso como la violencia sexual o la homofobia. Si me vienes a
decir que porque me venga la regla (en mi caso puede ser un ciclo de 30 días
que de 43) mi estado emocional se va regulando en función de mi ciclo… ¿por qué
en plena premenstruación puedo llegar a masturbarme hasta 5 veces en un día y
cuando estoy en ovulación a lo mejor ni me follaría al mejor de mis amantes?
Y podría seguir, pero de repente
se han presentado dos impresentables en mi casa y ya no sé por dónde iba.
Pasan los días,
las semanas y los meses casi sin que te des cuenta. Pasan y todo sigue igual.
Todos los días son iguales, una rutina nada gratificante que hace vayas
perdiendo fuerzas y ganas. Y no es por la rutina en sí. De hecho es necesaria
una rutina, una vida organizada, pero una rutina que tú eliges y de la cual disfrutas,
una rutina plagada de pequeños placeres que te ofrece la vida cotidiana.
El mes de enero
es un mes de inflexión, ya que empieza un nuevo año y además mi cumpleaños cae
en este mes. Un nuevo año que empieza y con demasiados planes inconexos en la cabeza,
planes que no terminas de organizar y por tanto que no se empiezan. La vida
académica se ha quedado parada por un tiempo, espero que sea por un tiempo y no
definitivamente. Ahora es fecha de exámenes y entregas para universitarios, y
aunque muchas veces llegue a ser incluso un sufrimiento el estrés al que se ve
sometido el estudiante, si hay algo en esta vida que me ha generado mucha
gratificación es el estudio, el trabajo intelectual. Sigo paseándome por
bibliotecas, leyendo y escribiendo anotaciones en los libros, escribiendo ensayos
que no tienen fecha de entrega… Habrá que aprovecharlo, dentro de poco no
quedarán ni bibliotecas.
El único
propósito claro que he tenido al comenzar este año es dejar de fumar marihuana.
Me estaba empezando a sentar verdaderamente mal. No dejarla definitivamente,
pero si abandonar el consumo diario. Si
bien la marihuana puede aportar una lucidez y una profundidad analítica tanto
para el trabajo intelectual y creativo así como para la propia introspección, también
es cierto que no a todas las personas les puede sentar bien y cuando ya se
lleva un tiempo consumiendo tu cerebro se resiente. En los últimos meses fumar
sola me metía en un bucle de pesimismo, de neurosis obsesiva sobre malos tragos
que da la vida, de un aislamiento cada vez mayor con mi entorno. Cuando fumas
canutos tu cuerpo se relaja pero tu cabeza se dispara, y últimamente había
ciertas obsesiones que no podía quitarme de la cabeza, y para lo único que me
servía fumar era para incrementar esa vorágine absurda de autodestrucción. Hace
aproximadamente un mes en un Corte Inglés lo pasé verdaderamente mal en un
ascensor. Iba bastante fumada y me metí allí para comprar tabaco en el estanco,
entrar y salir sin más, ya que los centros comerciales en general los aborrezco.
Iba a salir de allí y me metí en el ascensor para bajar a la calle. Yo pulsé “0”,
pero el ascensor iba a otras plantas ya que había más gente dentro y otras
personas que llamarían desde la planta que estuviesen. Me empecé a agobiar
porque el ascensor estaba lleno de espejos y de gente y el efecto visual creaba
la impresión de ser una enorme multitud concentrada en pocos metros cuadrados.
Se abrieron las puertas y yo no sabía exactamente donde estaba, pulsaba
constantemente el “0” pero no había manera de bajar. De repente se volvieron a
abrir las puertas y yo perdí el sentido de la realidad, no sabía dónde me
encontraba, si eso era otro centro comercial, si estaba soñando, no sabía dónde
estaba y sentía que la gente no se percataba de mi presencia, como si yo no
existiera. Las puertas se cerraron y volvía pulsar al “0” desesperadamente,
varias veces, pensaba que a lo mejor no había planta a la calle, que alguien
había manipulado el ascensor para que me fuera imposible salir de allí, ya que
cuando las puertas se abrían me volvía a descolocar, no sabía dónde me
encontraba. Al fin salí del ascensor porque me estaba ahogando metida ahí
dentro, me venían los sudores y los temblores de un ataque de pánico.
Y si hay algo
que más me apetezca en este momento es fumarme un buen porro, pero de momento
sólo pienso fumar en compañía y ocasionalmente, para no apedrearme más la
cabeza.
Y pasa la vida, pasa la vida. Pasa la vida y no has notado que has vivido, cuando pasa la vida y no has notado que has vivido, cuando pasa la vida, pasa la vida. Tus ilusiones y tus bellos sueños, todo se olvida tus ilusiones y tus bellos sueños, todo se olvida. Pasa la vida, igual que pasa la corriente cuando el río busca el mar y yo camino indiferente donde me quieran llevar. Y pasa la gloria, pasa la gloria. Pasa la gloria, nos ciega la soberbia, pero un día pasa la gloria, nos ciega la soberbia , pero un día pasa la gloria. Y pasa la gloria y ves que de tu obra ya no queda ni la memoria y ves que de tu obra ya no queda ni la memoria. Y pasa la vida igual que pasa la corriente, cuando el río busca el mar y yo camino indiferente, donde me quieran llevar
Cada vez que hablo con personas
de mi edad y de mi mismo nivel de estudios siempre me pregunto que qué pinto
allí hablando con esa gente. Todo el mundo quiere largarse lo más rápido
posible de este país. Parece que hay alguna especie de plaga o de virus por lo
cual la existencia se hace demasiado difícil.
No voy a ponerme a discutir sobre
la obviedad de la situación de mierda actual de este país, pero tampoco termino
de comprender esas ansias de fuga, pensando que la migración es lo único que
nos queda y que además es guay del paraguay estar en otro país conociendo otra
lengua y otra cultura.
Yo como no tengo ni pajolera idea
de que haré con mi vida y como mis ambiciones son más estrechas que mis ojos
almendrados y miopes me dedico a poner en cuestión los planes de vida de aquellas
personas que quizás tienen algo más de dinero que yo o que por lo menos se lo
dejan. Pero voy a ser sincera, tenía planes, claro que los tenía, pero todo se
ha ido al carajo teniendo en cuenta lo caro que está todo y mientras tanto el
poco trabajo que hay y los sueldos tan de mierda que tenemos.
Tras volver a la más infame
precariedad y con ello regresar al lecho patriarcal yo me quiero independizar
de nuevo, y me importa un carajo tener que vivir en Vallecas y trabajar con un
contrato (que no sea por favor de obra y servicio) temporal en Carrefour, si es
que la vida me presenta tan suculenta oportunidad. Pero hablo con aquellos con los que he
compartido apuntes y sólo piensan en estudiar másteres caros aquí o allá, en
irse a vivir a América Latina, aquellos que en las manifestaciones gritan “El hijo del obrero a la universidad”,
cuando se mueven por Madrid en sus coches propios, cuando se van por ahí de
vacaciones pagadas cuando yo como una pringada me quedo sin poder seguir
estudiando algo que quiero y me quedo en el mismo sitio trabajando y trabajando
en invierno, en verano, en primavera, en otoño y siempre sin un puto duro.
Aquí hay algo que falla y que
huele mal. Y sí, quizás soy algo envidiosa, pero gracias a Dios no soy hipócrita.
Vete, vete lejos de aquí Vete, vete no quiero verte Vete, vete con tus mentiras Vete, vete lejos de aquí