Hacía años, que deseaba deleitarme con la literatura autobiográfica de esta asombrosa, etérea, sensual, artista y amoral que es Anaïs Nin. Tuve la gran suerte de que hace pocos días, uno de sus diarios cayó en mis manos. Su sensibilidad me droga, tanto por adicción, tanto por el resurgir de un despertar de sensaciones que ahora mismo en mí están volviendo a resurgir.
Sólo conmigo sentía la conexión entre la imagen de su mente y su deseo.
Sabiduría y sensualidad, éstas serán mis grandes alas que me salvarán en última instancia de la nebulosa y mediática influencia visionaria de Neptuno, mi ascendente planetario.
Por eso el artista es la persona más solitaria del mundo: porque vive, se esfuerza, lucha, muere y resucita a solas, siempre a solas.
Esta noche, el jazz casi me provoca un orgasmo.
Derramamos en el mundo el odio que sentimos por el hombre, insultamos a la sociedad, a las convenciones, a los hombres. Nos aliamos para desahogar nuestra gran desilusión no en aquellos que amamos, sino en desconocidos o en símbolos.
Ahora me río de mi miedo al análisis. La posesión de conocimientos mata en la mayoría de la gente el sentido de lo maravilloso, pero tal sentido de lo maravilloso y lo misterioso es como el temor del salvaje al fuego, hasta que descubre sus principios y el modo de dominarlo.
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