A veces ocurre que las cosas no salen como esperabas, y en el último momento todo da un giro inesperado. El viernes por la tarde vi un What´s app de mi hermano mayor en el que me decía que mi abuela paterna había fallecido. Le llamé y hablé con él, y mientras sucedía la conversación mi respiración se iba haciendo más intensa y no paraba de suspirar. Sentada en la cama empezaba la ansiedad a recorrerme por el cuerpo, y una vez colgado el teléfono la tierra se abrió y el pánico se apoderó de mí. Dando vueltas sin parar por la habitación y con dificultades para respirar, con sudores fríos, taquicardia... de repente cogí el teléfono y llamé a mi terapeuta. Rompí a llorar mientras le contaba lo sucedido, me tranquilizó y quedamos para la mañana siguiente. Tras hablar con él llamé a K, y en cinco minutos ya llegó a mi casa.
Si mi abuela no hubiera fallecido, hoy estaría con mis padres revelándoles el abuso. Obviamente no es el momento de hablar de ello con mis padres, ha de pasar el proceso de duelo y arreglar de nuevo el viaje. Aunque ya me encuentre más tranquila, las presiones a cerca de cuando vuelvo, si iré por Navidad, y de por qué no hablo con mi hermano seguirán, y no tengo muy claro si voy a poder aguantar demasiado.
Hoy me encuentro más tranquila, con la mente más clara y mi determinación por verbalizar verdades para que yo pueda seguir adelante, va creciendo con el tiempo con más, y más fuerza. El fin de semana fue agotador, pero simplemente hay que postponer lo planeado un poco más. La decisión ya está más que meditada, ahora lo único que queda es trabajar un poco más en ello debido a este contratiempo.
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