Me habré cerrado y abierto y
vuelto a abrir y vuelto a cerrar la cuenta del Facebook varias veces. No sé
cuántas exactamente, pero entre más de cinco y menos de diez seguro. El motivo
de ello es básicamente la privacidad. Y aquí el problema no está en que esta
empresa o aquella utilice mi información para sus estudios de mercado, o que el
estado u otro tipo de entidades internacionales tengan una base de datos con
información mía. No, esa no es mi gran preocupación, ya que nos tienes
agarradas por todas partes y ya no se sabe por dónde salirse. El problema está
en las personas, en los otros perfiles de Facebook, aquella gente “normal” que
se hace su cuenta para estar en contacto con amigos, o estar al tanto de
cualquier chorrada o cosa seria sea del tipo que sea.
En Facebook si te pones a ello
con mucha dedicación puedes llegar a espiar demasiado y enterarte de muchas
cosas, saber quién es la novia del amigo de un colega, enterarte de amigos en
común con otras personas que desconocías… En fin, cantidad de redes
entrelazadas. Con lo virtual y las nuevas tecnologías cada dos por tres salen
nuevos neologismos, y uno de ellos es skaltear,
que no es más que espiar a alguien que te gusta, sea correspondido o no.
También hay una aplicación Top Fans que
te dice cuáles son los contactos que más te cotillean el perfil. En fin, un inmenso
panóptico integrado en nuestra vida cotidiana e incluso en nuestros cuerpos,
tal y como anda el personal tan enfermo enganchado a tablets y smartphones como
si fueran otro miembro corporal.
Cuando el espionaje a los amantes
roza lo patológico, es mejor borrar la cuenta. Cuando ves que alguien se ha
metido en tu cuenta, no vale ya únicamente con cambiar la contraseña, será
mejor borrar la cuenta. Cuando ves que un merluzo integral con el que anduviste
haciendo el imbécil hace unos años escribe en el muro de un colectivo
feminista, plantéate a cerrar la cuenta porque semejante pieza lo más probable es
que lo haga por cuadrar como prototipo de hombre libertario, aunque luego en la
realidad no lo sea, como casi todos vaya. La ideología de “pastel” no es más
que papel mojado.
La calaña fascistoide que habita
en los medios de comunicación hablan de una crisis de valores y lo más triste
es que es cierto. Aunque claro, habrá que ver cuáles son sus valores y cuáles
los míos.