Hará ya unas tres semanas cuando
iba a coger el autobús que me llevaba a un trabajo precario y temporal con
contrato por obra y servicio. Mi lugar de trabajo era una gran superficie
situada en una de las Capillas Sixtinas del capitalismo de consumo postfordista
llamados megaparks. Este en concreto alberga un gran centro comercial,
Carrefour, Ikea, Media Mark… y un largo etcétera de infraestructuras del estilo.
De mi casa hasta la plaza donde cojo el autobús paso por un lugar donde la
arquitectura postmoderna se eleva casi hasta el cielo para hacerse notar ante
todos los ojos de las hormigas urbanas que pueblan esta ciudad tan inhóspita
llamada Madrid. Mi cara rancia cambió por una expresión de sorpresa al ver
aparcada al lado de las Cuatro Torres una furgoneta tuneada al más puro estilo ravero
psicodélico. Como buena azafata llevaba en mi bolso una cámara para hacer el
reporte fotográfico que me exigen en mi minijob
de turno. Yo que iba algo quemada por tener que realizar tan infame trabajo por
cuatro perras, me sacó una sonrisa de oreja a oreja el ver a esa furgoneta
multicolor en medio del hormigón, el alquitrán y las frías cristaleras.
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