lunes, 21 de noviembre de 2016

Unsafe at home


Las navidades se acercan y ya todo el mundo no sabe hablar casi de otra cosa. Las calles ya tienen luces, las tiendas y los escaparates rebosan de decorados... Los migrantes españoles ya tienen sus billetes de avión comprados y te preguntan..."¿Vas a España por Navidad?"

Hace unos días con una amiga en un pub hablando de una amiga suya que vive en Londres y se fue para allá de au pair, casi la maldecía porque la chica había tenido mala suerte, la habían echado, estaba en la calle y ahora pensaba en buscarse la vida en la industria del sexo. Vamos, una situación calcada a la mía, la cual, mi amiga, sabe de sobra. La miré de malas maneras ya que me sentí ofendida por su falta de sensibilidad y empatía. Ella estaba empeñada que si la iba tan mal que se volviera a España. Yo la dije que quizás no podría. Se me volvió y me soltó "¿Cómo que no?", a lo que la respondí "A saber, lo mismo no se puede volver a España. ¿Sabes? La gente tiene problemas más allá del paro y del trabajo". Y ya se cambió de tema.

Una de las cosas que más me desquician de mi entorno de españoles en Reino Unido es la idealización de la familia y el trabajo como centro gravitatorio de la vida. Si quedas un día con esta gente (de pascuas a ramos) y te ven mala cara, te dicen que claro, que es del trabajo. Por más que a algunos les haya dicho que yo a Madrid no puedo volver porque tengo problemas personales (en los cuales nunca me explayo) ellos insisten en que en Madrid me puede ir bien y que la familia echa un cable. Llevo aquí ya más de tres años y creo que nunca he tenido unas relaciones tan jodidamente superficiales. De los únicos problemas que te van a hablar es del trabajo, y si un día por cualquier motivo tu te abres un poquito más de la cuenta ya te miran raro.

Supongo que no se trata sólo de este grupo de gente con el que me junto de vez en cuando, sino de la sociedad en general. Lo que pasa, que al final mis relaciones sociales en esta ciudad se han visto tan reducidas (no he tenido tan poca vida social ni tan pocos círculos sociales en mi vida) que ya me creo que esta gente es el resto del mundo.

Guys, I´m not gonna home in Xmas.

Hace poco me compré Trauma y recuperación de Judith Herman. La primera vez que cayó en mis manos fue hace cinco años en primavera, cuando luchaba día a día contra la muerte antes de mudarme a UK. Lo cogí de la biblioteca y lo leía por las tardes cuando me iba de casa. Ahora lo he comprado y está inglés. Lo que aprendí con este libro es la complejidad del abuso sexual infantil continuado por años y perpetrado por familiares. Herman es pionera al diferenciar de un acontecimiento traumático a un trauma prolongado. Con Herman el estrés postraumático pasa a ser estrés postraumático complejo cuando el trauma ha sido repetido en el tiempo, ya que las secuelas son más severas y el tratamiento de las mismas y la recuperación mucho más complicado. Cuando leí a Herman me invadían toda una serie de contradicciones. Por una lado me servía para seguir siendo cada vez más consciente de la gravedad de los hechos, de lo horroroso y retorcido que era mi pasado y todavía lo era mi presente; y por otro no me entendía del todo a mi misma, como podía llevar mi vida en según que aspectos con normalidad tras haber vivido un profundo terror. Cómo mi historia traumática era igual de traumática que la de un prisionero de guerra, y cómo se sigue silenciando a tantas víctimas en tantísimos hogares en los que se tortura. En los regímenes autoritarios se tortura, en la cárcel se tortura, en la guerra se tortura pero en muchísimos hogares también se tortura.
A la amiga de mi amiga la conocí en Halloween que bajó por un par de días y luego se volvió a Londres. Le pedí a mi amiga su número y así hablar con ella para poder darla consejos sobre dónde meterse y hacerlo de una manera medianamente inteligente dentro de la industria del sexo si necesita como agua de mayo salir adelante sin nada en otro país.

Aunque mi amiga siga embutida en su propia ignorancia y en su mundo de Disneyland, y siga pensando que su amiga puede volverse a España y que sería su decisión pasarlas putas en otro país, lo que debería saber es:

If the perpetrator of the trauma is a family member, home may be the most unsafe place she can choose.


miércoles, 16 de noviembre de 2016

Gritos en la noche



Una de las cosas que me suele decir mi compañera de piso por las mañanas es

"Anoche volviste a gritar"

No sé muy bien qué pensará ella de mis terrores nocturnos, o si acaso sabe que eso existe.

Esta mañana me ha dicho lo que me dice tantas otras mañanas. Y es que anoche no sólo grité, tuve pesadillas, me desperté bruscamente de una de ellas a la madrugada y fui incapaz de volver a coger el sueño. La ansiedad y el dolor me mantenían en vela, mientras me retorcía entre mis sábanas llorando.

Tengo miedo, la muerte de mi abuela me cayó sobre los hombros y sentimientos de angustia, dolor, aislamiento, culpabilidad e incertidumbre han florecido de nuevo, cuando ya en los últimos meses me encontraba mejor que nunca.

Esta madrugada pensaba en mi abuela, que cuando yo tenía 11 años pasó unos meses en mi casa al quedarse viuda, meses en los que los abusos cesaron por un tiempo al estar siempre ella presente. Mi abuela dormía conmigo en mi habitación, y durante esos meses pude retomar un poco el sueño, tras años de insomnio crónico como consecuencia de los abusos de mi hermano.

También pensaba en mi padre, en que desearía estar en su regazo, consolándole por la pérdida y recibiendo su calor. Incluso ahora siendo mayor, cuando mi padre está sentado en el sofá me gusta acercarme a él, posar mi cabeza en su pecho, mi brazo derecho sobre su barriga mientras su brazo derecho me acuna. Así, me siento querida y protegida.

Imprevistos

A veces ocurre que las cosas no salen como esperabas, y en el último momento todo da un giro inesperado. El viernes por la tarde vi un What´s app de mi hermano mayor en el que me decía que mi abuela paterna había fallecido. Le llamé y hablé con él, y mientras sucedía la conversación mi respiración se iba haciendo más intensa y no paraba de suspirar. Sentada en la cama empezaba la ansiedad a recorrerme por el cuerpo, y una vez colgado el teléfono la tierra se abrió y el pánico se apoderó de mí. Dando vueltas sin parar por la habitación y con dificultades para respirar, con sudores fríos, taquicardia... de repente cogí el teléfono y llamé a mi terapeuta. Rompí a llorar mientras le contaba lo sucedido, me tranquilizó y quedamos para la mañana siguiente. Tras hablar con él llamé a K, y en cinco minutos ya llegó a mi casa.

Si mi abuela no hubiera fallecido, hoy estaría con mis padres revelándoles el abuso.  Obviamente no es el momento de hablar de ello con mis padres, ha de pasar el proceso de duelo y arreglar de nuevo el viaje. Aunque ya me encuentre más tranquila, las presiones a cerca de cuando vuelvo, si iré por Navidad, y de por qué no hablo con mi hermano seguirán, y no tengo muy claro si voy a poder aguantar demasiado.

Hoy me encuentro más tranquila, con la mente más clara y mi determinación por verbalizar verdades para que yo pueda seguir adelante, va creciendo con el tiempo con más, y más fuerza. El fin de semana fue agotador, pero simplemente hay que postponer lo planeado un poco más. La decisión ya está más que meditada, ahora lo único que queda es trabajar un poco más en ello debido a este contratiempo.