Unos pocos días antes de coger el vuelo ya me encontraba como cuando he estado allí. Ausente, sin sentir nada, como si lo que estuviera a mi alrededor no formara parte de mí, parte de mi vida. Como si desde fuera viera las cosas, como cuando ves una película o una obra de teatro. A su vez una especie de anestesia emocional que se fue anticipando antes de coger el avión. Mejor no sentir nada que verme abocada a todo un torrente de malas emociones. Ha sido tan fuerte la desconexión que yo misma me he cuestionado mi propio pasado. ¿Será verdad lo que me pasó? ¿No estaré exagerando? ¿De verdad ha sido todo tan terrible si cuando llego me abrazan y se alegran de verme?
Pasear por las calles sintiéndome ajena en la ciudad que me vió nacer y donde he pasado más años de mi vida, reencontrarme con amistades... Sin sentir alegría, sólo un hastío que bloquea, haciéndose la semana eterna, contando los días que quedan para volver. Reencuentros diversos, de múltiples círculos de allegados, de tantas idas y venidas... Vida en pareja, ir metiendo cabeza en el mundo profesional, planes de boda, criaturas que ya han venido y otras que estan por venir.
Mientras tanto, tú no te sientes parte de nada, de ningún lugar, ni de ninguna persona.
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