Pensaba que iba a ser peor, pero
no tuve ninguna caída emocional severa. Lo veía venir, quizás por eso
simplemente estaba preocupada pero sin llegar a esa congoja asfixiante.
Mosqueada tal vez, pero algo pasajero. No sentí apenas rabia y rencor, lo dejé
pasar sin más. Vomité y el poco dolor sentido se fue a las cloacas. No valía la
pena almacenar esa angustia en el estómago.
La sumisión absoluta no concuerda
con la imagen de mujer liberada, es posible que tenga hasta más autoestima de
la que creía.
Aunque tras unos cuantos días de
vino y rosas, de sol y marihuana, de música en directo, de sexo compartido y de vida social
(hiper)activa, vuelvo a jugar con el pelo de mi ombligo, sospechando de la ruptura
psíquica.
La gente es de donde pace, no de
dónde nace. Aplícate el cuento de una maldita vez.