martes, 13 de julio de 2010

Orgullos de despojos.



Aquella voluntad de inercia con vida propia se ha esfumado al compás de esos pasos que van hacia la puerta trasera. Pasos, camino, dirección, búsqueda con sentido. Yo mientras sigo sola en esta sala de espera, fría, donde retumban los ecos de la felicidad ajena. Espero. ¿Saldré? ¿Por dónde he entrado? ¿O por la puerta trasera? O quizás me ingresen atándome de pies y manos y con una mordaza, para que no me pueda morver, para que no pueda gritar.

Ataviada a una coraza de desconfianza seguiré adelante, dejando que el rocío de la rosa fresca se deshidrate, marchitándose mi sangre roja e intensa, pudriéndose por mis venas. He donado mi propia sangre para recibir pinchazos en los más profundo de mí.

He enterrado todo mi altruísmo proteigdo por un búnker en el núcleo de la tierra. Ahora, vestida de harapos voy reptando, olisqueando todo lo que voy encontrando, alejándome del verdor, refugíandome en piedras oscuras y afiladas, para que nadie me encuentre.

Orgullos de despojos sin ningún tipo de ajuste sólo encuentran regazo en sábanas asépticas, abrazadando a mi experiencia, teniendo celos de mis propios recuerdos.

Y me prometo a mí misma empezar a ser mala, porque siendo buena, no he ganado nada.

No hay comentarios: