miércoles, 12 de mayo de 2010

Autosoberanía libertaria.



Esta es, pues, la razón propia de la libertad humana. Comprende, primero, el dominio interno de la conciencia; exigiendo la libertad de conciencia en el más comprensivo de sus sentidos; la libertad de pensar y sentir; la más absoluta libertad de pensamiento y sentimiento sobre todas las materias, o especulativas, científicas, morales o teológicas. La libertad de expresar y publicar las opiniones puede parecer que cae bajo un principio diferente por pertenecer a esa parte de la conducta de un individuo que se relaciona con los demás; pero teniendo casi tanta importancia como la misma libertad de pensamiento y descansando en gran parte sobre las mismas razones, es prácticamente inseparable de ella. En segundo lugar, la libertad humana exige libertad en nuestros gustos y en la determinación de nuestros propios fines; libertad para trazar el plan de nuestra vida según nuestro propio carácter para obrar como queramos, sujetos a las consecuencias de nuestros actos, sin que nos lo impidan nuestros semejantes en tanto no les perjudiquemos, a un cuando ellos puedan pensar que nuestra conducta es loca, perversa o equivocada. En tercer lugar, de esta libertad de cada individuo se desprende la libertad, dentro de los mismos límites, de asociación entre individuos: libertad de reunirse para todos los fines que no sean perjudicar a los demás; y en el supuesto de que las personas que se asocian sean mayores de edad y no vayan forzadas ni engañadas.

No es libre ninguna sociedad, cualquiera que sea su forma de gobierno, en la cual estas libertades no estén respetadas en su totalidad; y ninguna es libre por completo si no están en ella absoluta y plenamente garantizadas. La única libertad que merece este nombre es la de buscar nuestro propio bien, por nuestro camino propio, en tanto no privemos a los demás del suyo o les impidamos esforzarse por conseguirlo. Cada uno es el guardián natural de su propia salud, sea física, mental o espiritual. La humanidad sale más gananciosa consintiendo a cada cual vivir a su manera que obligándole a vivir a la manera de los demás.


John Stuar Mill. Sobre la libertad.

De la piel para dentro empieza mi exclusiva juridiscción. Elijo yo aquello que puede o no cruzar esa frontera. Soy un estado soberano, y las lindes de mi piel me resultan mucho más sagradas que los confines políticos de cualquier país.


Anónimo.

viernes, 7 de mayo de 2010

Dulce droga.



La lágrima que se desliza sobre mi mejilla va destruyendo poco a poco mis entrañas, del mismo modo que el humo del jachís me va follando dulcemente por la garganta.

Quizás yo esté compuesta de jachís. Soy oscura, estoy contaminada. Soy una droga. Soy letal pero doy placer. Soy un placebo. Transmito efectos antagónicos.

Doy placer. Doy un placer tan fuerte que ha veces hace daño. Hago compañía. Hago que no te acuerdes de tus males, revolviéndolos, hago que te acuerdes de tus más hermosos recuerdos, también revolviéndolos.

Puedo sumergirte en otra realidad.

Y te vas, y tendrás dificultades para poder recordarme.

Soy un dulce. Soy la dosis que necesita un niño cuando está triste y solo.